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Hacia la movilización de la iglesia

Posted by Agencia la Voz on miércoles, 3 de octubre de 2007 , under | comentarios (0)




Escrito por: Carlos Scott


EE.UU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) A pesar de su dramático crecimiento en las últimas décadas, los evangélicos en América Latina aún no impactan significativamente la empresa misionera, sin embargo, puede ser que su compromiso actual con las misiones contribuye a un crecimiento equilibrado.

La iglesia evangélica latinoamericana ha crecido rápidamente en los últimos cincuenta años. La nacionalización del liderazgo en la primera mitad del siglo XX y el surgimiento de iglesias nacionales en la década de los treintas, fueron factores decisivos para el desarrollo de estructuras eclesiásticas bien contextualizadas y realmente eficaces.

Las estadísticas más confiables revelan que 80.000.000 de evangélicos viven en Latinoamérica, pero también indican que solo hay aproximadamente 7.500 misioneros enviados a otros campos. Esto representa 0,009375 % de la totalidad de cristianos. A pesar del creciente número de creyentes, en las latitudes latinas no se ve una correlación con un mayor envío de misioneros a las etnias menos evangelizadas y no alcanzadas. Esta realidad nos obliga a responder la siguiente pregunta:

¿Por qué el crecimiento numérico de la iglesia latinoamericana no ha producido todavía una mayor y marcada movilización de misioneros a campos transculturales?

Se estima que en el año 1900, América del Sur tenía una población evangélica que apenas superaba las 50.000 personas. No obstante, durante el siglo XX la iglesia en el continente creció en forma vertiginosa, como lo reflejan las siguientes cifras: en 1916 había 378.000 evangélicos; en 1925, 756.000; en 1936, 7.200.000; en 1967, 14.746.200; en 1973, 20.000.000; en 1987, 37.432.000 y para el año 2000 habían llegado a los 80.000.000 de cristianos (Nota 1).

No obstante, crecer en tamaño es una cosa; crecer en madurez es algo totalmente diferente. El mero crecimiento numérico se ha tornado un objetivo en sí, y, para muchos, «el fin justifica los medios». Cualquier método que favorezca el aumento de miembros en la iglesia es válido. En ocasiones, la búsqueda de estrategias más eficaces para lograr este objetivo ha llevado a metodologías que dañan el evangelio, poniendo en riesgo los principios bíblicos que rigen la vida de una iglesia sana.

Elementos que afectan nuestro compromiso

Bertil Ekstrom, expresidente de COMIBAM internacional (Cooperación Misionera Iberoamericana), afirma que los aspectos positivos de la iglesia latinoamericana están en su énfasis en la evangelización. Nos gusta «ganar almas», compartir la fe y plantar iglesias. El problema, sin embargo, es que muchas veces hemos dado importancia solamente a la parte espiritual y olvidado que el ser humano es más que un «alma». Otro problema básico ha sido la falta de enseñanza de toda la Palabra de Dios, pues la profundidad en la vida espiritual se ha confundido con la manifestación de experiencias emocionales y espectaculares. En muchos casos, la práctica del discipulado no ha existido y los estudios bíblicos hacen referencia a textos aislados que mantienen la vida cristiana, pero no llevan hacia una madurez espiritual.

El liderazgo latinoamericano por su parte, sigue tendencias globales de líderes carismáticos (con fuerte personalidad y poder de convencimiento), principalmente centrado en la formación de mega-iglesias. Se nota claramente que el caudillismo de nuestra historia sigue siendo una realidad, al punto de que las investigaciones revelan que las congregaciones con líderes autocráticos y carismáticos son las que más crecen. A la vez, existe una nueva generación de líderes que busca el trabajo en equipo y que está mucho más preocupada con crear congregaciones con miembros participativos. La democratización política en los países se refleja en las iglesias y los jóvenes de nuestros días ya no aceptan, de la misma forma, el dogmatismo de un liderazgo autocrático. Por tanto, la iglesia necesita reflexionar sobre su forma de gobierno y liderazgo. Tarea pendiente En la mayoría de los países latinoamericanos estamos en la segunda, tercera o cuarta generación de creyentes, y a pesar de que muchas iglesias empezaron en la clase social más pobre, poco a poco, las familias están ganando mejores condiciones financieras. No cabe duda de que todavía tenemos comunidades pobres, muchas sin los recursos mínimos para vivir bien. Pero, de forma general, la iglesia latinoamericana está pasando por un proceso de mejoramiento en su economía. En los últimos años, ha despertado también con respecto a su responsabilidad social y ha aportado grandemente a enfatizar que la realidad del Reino de Dios está presente en la sociedad actual. Igualmente, existe una mayor participación política de los creyentes, aunque el hecho de que un miembro de nuestras iglesias llegue a los altos cargos políticos no ha generado grandes cambios sociales. Seguimos viviendo en países corruptos e injustos, con un alto grado de violencia y de criminalidad.

En el primer congreso de COMIBAM en San Pablo, Brasil, en 1987, se intentó estimar el tamaño del movimiento misionero latinoamericano. En esa ocasión, se identificaron unas sesenta organizaciones, responsables por el envío de unos 1.600 misioneros transculturales. Diez años más tarde (en 1997), durante la preparación para el segundo congreso de COMIBAM, en México, se hizo una investigación más sistemática, con el deseo de evaluar el movimiento misionero de la última década, y se llegó a la conclusión de que había alrededor de 300 organizaciones de envío y un poco más de 4.000 misioneros transculturales sirviendo al Señor alrededor del mundo. Hoy, casi diez años después, hay aproximadamente 7.500 misioneros, los cuales representan a unas 400 organizaciones de envío.

Las cifras indican que seguimos siendo un movimiento misionero emergente. Nuestra historia del hacer misionero es incipiente en comparación con el mundo anglosajón y siguen existiendo factores de preocupación, como lo son el envío de misioneros sin la debida capacitación, un fuerte apoyo financiero y el cuidado pastoral necesario. Lo más llamativo, no obstante, es que todavía son pocas las iglesias locales involucradas en las misiones, a pesar de que se ha alcanzado un cierto nivel de saturación en el tema. Es posible, a mi parecer, que a la iglesia latinoamericana le falte una enseñanza básica acerca de su responsabilidad global, pues todavía sigue estando más acostumbrada a recibir que a dar. Muchas iglesias y denominaciones son el resultado directo del trabajo misionero que llegó de afuera; no obstante, no se ve en las iglesias fundadas ese mismo deseo de lograr una expansión equilibrada y simultánea hacia «Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra». Una vez más, surgen algunas preguntas inquietantes:

¿Por qué la mayoría de los pastores de hoy no tienen pasión por las misiones transculturales?, ¿por qué muchos de estos pastores afirman «no es lo mío»?: ¿qué debe ser lo de ellos? ¿cómo se puede desarrollar una teología bíblica y misionológica sana? Pasos a tomar Un evangelio de transformación implica una iglesia que traspasa todo tipo de fronteras, ya sean culturales, religiosas, lingüísticas, geográficas, políticas, o de otro tipo, para que todos tengan la oportunidad de escuchar, en su propio idioma, las buenas nuevas de Cristo. Y no solamente esto, sino que también puedan responder al Señor de la forma más apropiada dentro de su propia cultura. El propósito de la movilización en Iberoamérica es ayudar a la iglesia a ser lo que Dios quiere que sea, hacer lo que Dios quiere que haga e ir donde Dios quiere que vaya. Por lo anterior, el esfuerzo en la movilización está destinado a transformar a las iglesias en Iberoamérica en una fuerza misionera capaz de llevar el evangelio de Jesucristo a todas las naciones. El objetivo principal en la movilización es ver el liderazgo de pastores comprometidos con la obra misionera, desarrollando juntos estrategias de apoyo a las iglesias en las diferentes etapas de madurez en la obra misionera. Esto significa que algunos pastores deben desafiar a otros pastores y algunas iglesias han de presentar modelos para otras iglesias, trabajando en cooperación los unos con los otros para hacer más alcanzables y de mayor impacto los proyectos misioneros entre los pueblos menos evangelizados y no alcanzados.

Para lograr esto es necesario enfatizar los siguientes aspectos:
Profundizar nuestro entendimiento de una misionología integral en la plantación de iglesias. La misión abarca tanto la proclamación verbal del evangelio, como la responsabilidad social. Nuestras inquietudes, por lo general, nos llevan a preguntar: «¿cuántos creyentes hay?» deberíamos, más bien, preguntarnos: «¿Está la iglesia reflejando los valores del reino de Dios en la nación y hasta lo último de la tierra?». No olvidemos que la misión de la Iglesia es indivisible (es decir, debe ser realizada en palabra y obra).
Subrayar que la iglesia toma su naturaleza misionera del Dios misionero a quien servimos. Es decir, que la iglesia es misionera porque Dios también lo es. Por ende, nuestras metas, motivos, estrategias y métodos han de conformarse a la misión y naturaleza de Dios y debemos evaluar cómo estamos siguiendo ese camino.
Revisar nuestra visión de Cristo. Muchos han tomado la visión de un Cristo «conquistador», relacionándolo indirectamente como una «cruzada». Empero, ¿qué significa esto cuando compartimos el evangelio? ¿cómo va a responder un musulmán si le presentamos a un Cristo así?
Desarrollar un entendimiento del pluralismo, que enfatiza la unicidad y la universalidad de Cristo. Debemos dar la razón por la esperanza que tenemos en Cristo y no en Mahoma, ni Buda ni ninguna otra entidad espiritual, y decir que Jesús es el Señor y el único Señor. Sin embargo, nuestras razones deben gozar de una contundentencia si es que queremos que impacten.
Formar «comunidades eclesiales» que reflejen el espíritu de reconciliación, amor y perdón. La iglesia local es llamada a organizar una comunidad alternativa hasta lo último de la tierra no a constituir esquemas empresariales basados en criterios de utilitarismo, mercantilismo y números.
Producir un equilibrio entre el «pueblo de la iglesia» (metidos en los programas internos) y la «iglesia del pueblo» (que vive los valores del Reino de Dios en medio del quehacer nacional y las naciones). En ocasiones hemos estado más preocupados porque la gente participe de los programas de la iglesia y menos porque tenga un testimonio eficaz en su campo de labor diario. Nos ha inquietado más ejercer control sobre sus vidas que equiparlos para una proyección hasta lo último de la tierra.
Crecer, en función de la misión, en el trabajo de cooperación como «un solo cuerpo». Desde su principio, el Señor nos ha desafiado al trabajo en equipo. La misión puede ser el principio material de nuestra unidad pero la cooperación en la tarea práctica de la misión es el primer paso hacia una unidad más profunda será el medio para crecer en el testimonio basado en la «unidad en Cristo». Toda la Iglesia es responsable de la evangelización de todo pueblo, raza y lengua.
Avanzar hacia un entendimiento del Espíritu Santo y la misión. La Iglesia es llamada a vivir según la justicia del Reino, en el poder del Espíritu. La afirmación de que toda la iglesia es misionera se basa en el sacerdocio universal de los creyentes y es para el cumplimiento de esta misión que Jesucristo ha dotado a su Iglesia de dones y del poder del Espíritu Santo. Para ser misionera, la Iglesia debe renovar su dependencia del Espíritu y entregarse a la oración.
Proveer los recursos necesarios para la capacitación adecuada de los candidatos a misioneros y de la iglesia en general por medio de la red de centros y programas de capacitación. Esta red conecta a las personas que trabajan en la capacitación de la iglesia en las áreas bíblico-teológica, ministeriales y transculturales. Se amplía además el aprendizaje de la iglesia resolviendo esta necesidad específica. En COMIBAM Internacional se propone que la capacitación del misionero se inicie en la iglesia local y se enfatiza en el fortalecimiento de las congregaciones y de su compromiso con las misiones transculturales.
Asistir y acompañar a la iglesia y al candidato en su proceso de capacitación, envío, supervisión y cuidado pastoral en el campo, por medio de la red de agencias misioneras de envío. COMIBAM Internacional está comprometido con el desarrollo de las agencias misioneras nacionales que respondan a las necesidades del país y que, sobre todo, respeten la centralidad de las iglesias locales. Este respeto es un distintivo básico del movimiento misionero en Iberoamérica y esta organización invita, siempre que sea posible, a las agencias misioneras anglosajonas para que cambien su enfoque de acercamiento a los misioneros en Iberoamérica hacia un modo corporativo, es decir hacia la iglesia en lugar del individuo. Anima también a apoyar los esfuerzos misioneros existentes y evitar la duplicación innecesaria o la interrupción del funcionamiento de agencias misioneras emergentes, amenazadas por los volúmenes de recursos materiales y la experiencia abrumadora del norte.
Deseamos ver el surgimiento de una iglesia iberoamericana diferente, que simultáneamente transforme la sociedad local y lo último de la tierra.

El autor ha sido, durante muchos años, parte del equipo pastoral de la Iglesia de la Puerta Abierta, en Buenos Aires. Es, además, el presidente Red Misiones Mundiales Argentina, director de COMIBAM Cono Sur y vice-presidente de COMIBAM Internacional.