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Son Gemelos consagrados: Uno es pastor y el otro es cura

lunes, 13 de abril de 2009 , Posted by Agencia la Voz at 0:24


Por: Iván Herrera Orsi



PERU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Carlos da la comunión a 2.850 metros de altura, en un barrio de Quito, famoso por su mercado popular. Luis desgrana la Biblia en un edificio de la avenida Primavera, en Lima, arriba de una peluquería y de un gimnasio.


Si no está en su parroquia, es probable que Carlos esté predicando ante miles de personas en cualquier rincón del continente. Si no está dirigiendo el culto en su iglesia, es probable que Luis se encuentre en el colegio Newton, donde enseña ciencias a tiempo parcial, o que esté con Nori, su esposa desde hace tres meses. Antes de entrar al seminario en Colombia, Carlos estudió economía. Antes de prepararse para ser pastor en Estados Unidos, Luis estudió industrias alimentarias. Carlos es zurdo y luce una mirada inteligente, una sonrisa juguetona y secuelas del acné. Luis también.
—Yo fui un instrumento para que Carlos llegara al sacerdocio —presume Luis García Llerena, pastor de una filial de la Grace Calvary Chapel—. Hace unos minutos acabó el servicio que celebra los miércoles en la noche y no hay mucha gente en la sala. De la mano del capítulo 14 de Proverbios, Luis ha hablado de la prudencia y de la integridad, en polo y cómodas zapatillas de resina. Su oratoria está sazonada con bromas y anécdotas. Igual que la de Carlos.
El recuerdo del gemelo ha acompañado todo el sermón. No pasó una infancia aburrida, pues siempre tenía con quien jugar. Le encanta cuando su hermano Carlos dice que muchos practican una religión de cumplimiento: cumplo, pero miento. Su hermano y él dirigían un grupo juvenil en el sótano del colegio Champagnat. Y hace poco, al mirarse en ese espejo que es Carlos, se dio cuenta de lo feo que él mismo se ve cuando se molesta.
—En una época peleábamos mucho —recuerda Carlos García Llerena, sacerdote de la Congregación de Jesús y María y párroco de San Juan Eudes, en Quito—. El padre Charly, como lo llaman muchos, acaba de llegar de una peregrinación por Israel, y puede conversar con calma por teléfono porque la Semana Santa aún no le cae encima. Como su hermano, habla a mil por hora.
—Peleábamos mucho. Luis me decía: “¡Idólatra!, ¿cuándo vas a dejar esa Iglesia?”, y yo le respondía: “¡Desmadrado!, tú eres el que tiene que volver”— cuenta.

Ese tiempo ya pasó.
El departamento donde vive la señora Yolanda, la madre de los gemelos, en el conjunto residencial San Felipe, resume la historia de la familia con fotografías. Al centro de una mesa de vidrio está el retrato del esposo difunto, Luis García, un coronel del Ejército curiosamente parecido al ex presidente Fernando Belaunde. Formados en torno a Yolanda, las tres hijas mayores y los gemelos saludan desde un cuadro en la pared. “Dios ha sido muy bueno conmigo”, sostiene Yolanda, una octogenaria fuerte y vivaz. El camino elegido por sus hijos menores es una confirmación de lo que ella denomina su milagro.
Luis, el padre, quería tener un niño con la ilusión de que fuera militar. En su primer parto, Yolanda dio a luz justamente a un varón, pero este se ahorcó con el cordón umbilical. Volvió a quedar encinta y tuvo una niña. Tercer intento: niña. A la cuarta: niña otra vez. El siguiente embarazo fue de un varón; sin embargo, Yolanda se enfermó de fiebre malta y el bebe nació al cuarto mes. Sobrevivió tres días.
Cuando el esposo ya había perdido las esperanzas, ella volvió a quedar en estado. Yolanda cuenta que se arrodilló a orar en una vieja iglesia de Lince: “Si mi hijo es hombre, en bandeja de plata te lo ofrezco”, clamó. Han pasado casi 50 años desde que nacieron los gemelos.
La familia no los orientó a consagrarse a Dios. Crecieron como chicos normales, revoltosos y vivaces. “Éramos católicos tradicionales. Hice la confirmación más por rutina social que por una experiencia de conversión.


Lucho no la quiso hacer.
Me catequizaron mucho, pero no me presentaron a Jesús”, explica Carlos, quien, empapado de ideología izquierdista, llegó a marchar contra la construcción de una capilla en la Universidad Católica.
¿Cómo se suponía que debía reaccionar a los 18 años cuando su gemelo, con el que compartía una moto, empezó a asistir a un movimiento juvenil de raíces protestantes y dejó en claro que Cristo pasó a ser lo más importante? Carlos se abocó a hacerle la vida imposible durante los siguientes seis meses, a fines de los setenta. “¿Lees la Biblia? ¿No la fumas?”, se burlaba. Llegó a vaciarle café sobre un trabajo universitario para incitarlo a pelear.
Cuando, finalmente, accedió a acompañarlo y encontró la amistad de Jesús, él también se sorprendió con su cambio. Solían regalar su ropa a otros, pasaban tiempo ayudando a muchachos metidos en drogas, relatan en la familia. Juntos, los hermanos se involucraron en los grupos de la Renovación Carismática, dentro de la Iglesia Católica, y así habría de surgir la vocación de Carlos. “No tengo que buscar afuera lo que puedo encontrar en casa”, se dijo en esos momentos.
Sin embargo, Luis prefirió retornar al ambiente evangélico. ¡Hace ya tanto de eso! “Posiblemente nunca nos pondremos de acuerdo en doctrina”, especula Luis la noche de la entrevista, mientras la congregación se marcha. Todavía pueden alcanzar algo del partido Perú-Brasil. Por lo visto, los gemelos no necesitan pensar igual para echarse de menos. Luis conserva una grabación de una de las cuatro veces que han predicado juntos: en Guatemala, en México, en Puerto Rico, en Martinica. El cura y el pastor.

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