Valores están en peligro de extinción
jueves, 23 de abril de 2009
, Posted by Agencia la Voz at 0:05
Por C. Bonillo, S. Valdez y M. Marroquín
GUATEMALA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) La crisis de violencia e inseguridad que vive el país se debe, en gran parte, a la pérdida de valores en la sociedad guatemalteca, a la falta de atención institucional y a la desintegración de la familia, coinciden religiosos, pastores, sociólogos y pedagogos consultados.
Todos saludan el Acuerdo Nacional para el Avance de la Seguridad y la Justicia, pero aseguran que la guerra contra la corrupción, la violencia y el crimen organizado está perdida si no va acompañada de programas encaminados a inculcar valores en la sociedad y a renovar a las instituciones encargadas de velar por la educación y la formación de los menores y la familia desde la base.
“El país sufre una crisis de valores, y mientras no se retomen e inculquen temas como el respeto a la vida, la solidaridad, el respeto, el esfuerzo o la integridad, será difícil acabar con la ola de violencia que nos afecta”, exponen.
La gran pregunta ahora es: ¿en qué están fallando las escuelas, las familias, las iglesias, el Gobierno y sus programas, y demás instituciones responsables de la formación de valores en la sociedad?
Expertos consultados dan sus puntos de vista al respecto y proponen soluciones a corto, mediano y largo plazos. Édgar Montúfar, sociólogo a cargo del Departamento de Educación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), afirma que el problema guatemalteco reside en la costumbre de “vivir bajo la pedagogía de la impunidad”. “Existe una doble moral en lo político, en la vida familiar, en lo laboral. Decimos que hay que valorar la fidelidad, la honradez, la honestidad, pero a la vez aplaudimos o reconocemos lo contrario”.
Esto se visualiza en muchos aspectos de la vida diaria guatemalteca, en especial si vemos las estadísticas de ausencia de justicia efectiva contra quienes cometen crímenes, estafan, roban o conservan privilegios frente a otros, ya que el 98 por ciento de casos no son atendidos.
Darío Pérez, presidente de la Alianza Evangélica, considera que esta falta de ética y moral alcanza todos los niveles de la sociedad, independientemente de su profesión y situación económica o educativa. “La pérdida de valores no tiene clase; la vemos en el sector económico, sindicatos, gremios, Gobierno, organizaciones populares”, afirma.
Institución familiar deshecha
Otra causa de lo que está pasando en Guatemala es que la familia, uno de los principales instrumentos para inculcar valores, está en decadencia, según varias instituciones.
El obispo de Suchitepéquez, monseñor Pablo Vizcaíno, asegura que la familia ha perdido su lugar en la sociedad guatemalteca. “Esto repercute en la juventud, porque si tenemos 50 por ciento de hogares monoparentales, en donde los hijos están confiados a la educación de los abuelos porque los padres se han marchado a Estados Unidos, obviamente influye”, explica.
La ausencia de uno o los dos padres influye en la falta de referencias claras y de autoridad en los hijos, muchos de los cuales se están criando solos hoy día, debido a la situación de pobreza, a la migración y a la desintegración familiar.
Pérez coincide en que “los padres ya no infunden valores a los hijos, lo cual se refleja en la violencia de la juventud”.
Roberto Blum, del Centro Ético David Hume, de la Universidad Francisco Marroquín, opina que la familia es la responsable de inculcar valores morales en el hogar: “Los niños aprenden en su casa a mentir o no, a robar o no, a respetar la vida o no, a tener conductas violentas o no, en los primeros años de sus vidas”, dice.
En su opinión, parte de la responsabilidad de lo que ocurre la tienen el Estado y el clima de impunidad, el cual permite pensar que cualquiera puede cometer un hecho ilícito sin ser castigado, lo que, mientras no se combata, fomenta la criminalidad.
Fallas en educación
Horacio Álvarez, coordinador del área de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo, asegura el tema de la violencia y la decadencia moral tiene vinculación directa con el alto fracaso escolar. “Cada año fracasa más o menos el 50 por ciento de los jóvenes que entran al primer curso de la secundaria, señala.
Los niños y niñas que son calificados como “no válidos” son empujados al abandono escolar, situación que en áreas urbanas marginales es detonante de que los jóvenes acaben por dedicarse a la delincuencia, ya que la falta de preparación les impide encontrar puestos de trabajo con sueldos dignos.
En Estados Unidos, explica Álvarez, existen estudios sobre jóvenes delincuentes y su desempeño escolar. “La mayor parte de ellos tuvo problemas de fracaso escolar y presentaba también problemas de aprendizaje en lectoescritura y matemática”, expone. “Esta situación afecta emocionalmente la autoestima de estos niños”, refiere. Aunque en Guatemala no existe este tipo de investigación , la relación es la misma.
En cuestión de enseñanza de valores en las aulas guatemaltecas, Álvarez recordó que, según un estudio hecho por la organización AID en 2007-2008 sobre las interacciones alumno-docente, en el 20 por ciento de los casos estas relaciones son negativas, en el sentido de que el docente está tratando de una forma no adecuada y negativa al estudiante.
“Eso hace que el niño vea como muy normal la violencia o esas interacciones negativas. Si yo quiero conseguir algo, recurro a las palabrotas o violencia física, y esos niños obviamente guardan ese sentimiento, que en algún momento sale a la luz”, expresa Álvarez, para quien uno de los problemas es la escasa formación de los maestros, quienes en el 65 por ciento de casos no tienen titulación.
“No se trata de que el currículum no tenga la enseñanza de valores, sino de que éste no se está implementando porque los docentes no tienen las herramientas técnico-pedagógicas para hacerlo”, critica.
El currículum consta de unas 250 páginas por grado, lo que equivale a unas mil 500 para los seis grados de primaria. “Sin embargo, sabemos que la mitad de los docentes, según un estudio que hizo Flacso, ni siquiera lee el periódico a diario”, manifiesta Álvarez.
¿Quién tiene la culpa?
A la hora de establecer responsables de lo que está pasando, las opiniones son diversas. Mientras unos reconocen que las propias instituciones encargadas de enseñar preceptos morales se están dejando influenciar por los antivalores, otros responsabilizan de la situación a factores externos.
“Las iglesias se están dejando influenciar por los antivalores, y el papel que deben jugar éstas en primer lugar es promover, incentivar y recuperar esos valores dentro de su misma membresía, para así permear y trasformar esta sociedad”, reconoce el presidente de la Alianza Evangélica, quien reconoció que existe preocupación dentro del conglomerado de iglesias que componen el movimiento cristiano.
“El problema es que algunos colegios evangélicos, y nosotros lo hemos reconocido, se llaman evangélicos pero no tienen nada de esto”, expresa.
Ante esta realidad de violencia creciente y la falta de valores en funcionarios e instituciones públicas, el teólogo Mynor Herrera, de la iglesia El Verbo, hizo ante miembros y no miembros de la Sociedad Evangélica de Estudios Sociorreligiosos una exposición en la que se preguntaba: “¿En qué hemos fallado?”
Considera que “hay fallas de la iglesia y de los pastores en acompañar a los políticos”. En su estudio encontró que “de 35 cristianos-políticos que entrevistó, solo uno dijo haber recibido acompañamiento a nivel personal y para su familia; los restantes no lo recibieron ni en lo personal ni en su familia”.
El representante de la Iglesia Católica asegura, en cambio, que “si alguien ha buscado salvaguardar los valores humanos y levantado su voz para hacer notar que Guatemala atraviesa una crisis en valores, es la Iglesia Católica”.
Además, considera culpables a elementos externos que se han venido introduciendo en el país, como el narcotráfico. “El narcotráfico está abriendo un espacio muy amplio en donde el dinero fácil y la violencia extrema se han convertido en un flagelo que nos está afectando a todos”, refiere.
GUATEMALA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) La crisis de violencia e inseguridad que vive el país se debe, en gran parte, a la pérdida de valores en la sociedad guatemalteca, a la falta de atención institucional y a la desintegración de la familia, coinciden religiosos, pastores, sociólogos y pedagogos consultados.
Todos saludan el Acuerdo Nacional para el Avance de la Seguridad y la Justicia, pero aseguran que la guerra contra la corrupción, la violencia y el crimen organizado está perdida si no va acompañada de programas encaminados a inculcar valores en la sociedad y a renovar a las instituciones encargadas de velar por la educación y la formación de los menores y la familia desde la base.
“El país sufre una crisis de valores, y mientras no se retomen e inculquen temas como el respeto a la vida, la solidaridad, el respeto, el esfuerzo o la integridad, será difícil acabar con la ola de violencia que nos afecta”, exponen.
La gran pregunta ahora es: ¿en qué están fallando las escuelas, las familias, las iglesias, el Gobierno y sus programas, y demás instituciones responsables de la formación de valores en la sociedad?
Expertos consultados dan sus puntos de vista al respecto y proponen soluciones a corto, mediano y largo plazos. Édgar Montúfar, sociólogo a cargo del Departamento de Educación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), afirma que el problema guatemalteco reside en la costumbre de “vivir bajo la pedagogía de la impunidad”. “Existe una doble moral en lo político, en la vida familiar, en lo laboral. Decimos que hay que valorar la fidelidad, la honradez, la honestidad, pero a la vez aplaudimos o reconocemos lo contrario”.
Esto se visualiza en muchos aspectos de la vida diaria guatemalteca, en especial si vemos las estadísticas de ausencia de justicia efectiva contra quienes cometen crímenes, estafan, roban o conservan privilegios frente a otros, ya que el 98 por ciento de casos no son atendidos.
Darío Pérez, presidente de la Alianza Evangélica, considera que esta falta de ética y moral alcanza todos los niveles de la sociedad, independientemente de su profesión y situación económica o educativa. “La pérdida de valores no tiene clase; la vemos en el sector económico, sindicatos, gremios, Gobierno, organizaciones populares”, afirma.
Institución familiar deshecha
Otra causa de lo que está pasando en Guatemala es que la familia, uno de los principales instrumentos para inculcar valores, está en decadencia, según varias instituciones.
El obispo de Suchitepéquez, monseñor Pablo Vizcaíno, asegura que la familia ha perdido su lugar en la sociedad guatemalteca. “Esto repercute en la juventud, porque si tenemos 50 por ciento de hogares monoparentales, en donde los hijos están confiados a la educación de los abuelos porque los padres se han marchado a Estados Unidos, obviamente influye”, explica.
La ausencia de uno o los dos padres influye en la falta de referencias claras y de autoridad en los hijos, muchos de los cuales se están criando solos hoy día, debido a la situación de pobreza, a la migración y a la desintegración familiar.
Pérez coincide en que “los padres ya no infunden valores a los hijos, lo cual se refleja en la violencia de la juventud”.
Roberto Blum, del Centro Ético David Hume, de la Universidad Francisco Marroquín, opina que la familia es la responsable de inculcar valores morales en el hogar: “Los niños aprenden en su casa a mentir o no, a robar o no, a respetar la vida o no, a tener conductas violentas o no, en los primeros años de sus vidas”, dice.
En su opinión, parte de la responsabilidad de lo que ocurre la tienen el Estado y el clima de impunidad, el cual permite pensar que cualquiera puede cometer un hecho ilícito sin ser castigado, lo que, mientras no se combata, fomenta la criminalidad.
Fallas en educación
Horacio Álvarez, coordinador del área de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo, asegura el tema de la violencia y la decadencia moral tiene vinculación directa con el alto fracaso escolar. “Cada año fracasa más o menos el 50 por ciento de los jóvenes que entran al primer curso de la secundaria, señala.
Los niños y niñas que son calificados como “no válidos” son empujados al abandono escolar, situación que en áreas urbanas marginales es detonante de que los jóvenes acaben por dedicarse a la delincuencia, ya que la falta de preparación les impide encontrar puestos de trabajo con sueldos dignos.
En Estados Unidos, explica Álvarez, existen estudios sobre jóvenes delincuentes y su desempeño escolar. “La mayor parte de ellos tuvo problemas de fracaso escolar y presentaba también problemas de aprendizaje en lectoescritura y matemática”, expone. “Esta situación afecta emocionalmente la autoestima de estos niños”, refiere. Aunque en Guatemala no existe este tipo de investigación , la relación es la misma.
En cuestión de enseñanza de valores en las aulas guatemaltecas, Álvarez recordó que, según un estudio hecho por la organización AID en 2007-2008 sobre las interacciones alumno-docente, en el 20 por ciento de los casos estas relaciones son negativas, en el sentido de que el docente está tratando de una forma no adecuada y negativa al estudiante.
“Eso hace que el niño vea como muy normal la violencia o esas interacciones negativas. Si yo quiero conseguir algo, recurro a las palabrotas o violencia física, y esos niños obviamente guardan ese sentimiento, que en algún momento sale a la luz”, expresa Álvarez, para quien uno de los problemas es la escasa formación de los maestros, quienes en el 65 por ciento de casos no tienen titulación.
“No se trata de que el currículum no tenga la enseñanza de valores, sino de que éste no se está implementando porque los docentes no tienen las herramientas técnico-pedagógicas para hacerlo”, critica.
El currículum consta de unas 250 páginas por grado, lo que equivale a unas mil 500 para los seis grados de primaria. “Sin embargo, sabemos que la mitad de los docentes, según un estudio que hizo Flacso, ni siquiera lee el periódico a diario”, manifiesta Álvarez.
¿Quién tiene la culpa?
A la hora de establecer responsables de lo que está pasando, las opiniones son diversas. Mientras unos reconocen que las propias instituciones encargadas de enseñar preceptos morales se están dejando influenciar por los antivalores, otros responsabilizan de la situación a factores externos.
“Las iglesias se están dejando influenciar por los antivalores, y el papel que deben jugar éstas en primer lugar es promover, incentivar y recuperar esos valores dentro de su misma membresía, para así permear y trasformar esta sociedad”, reconoce el presidente de la Alianza Evangélica, quien reconoció que existe preocupación dentro del conglomerado de iglesias que componen el movimiento cristiano.
“El problema es que algunos colegios evangélicos, y nosotros lo hemos reconocido, se llaman evangélicos pero no tienen nada de esto”, expresa.
Ante esta realidad de violencia creciente y la falta de valores en funcionarios e instituciones públicas, el teólogo Mynor Herrera, de la iglesia El Verbo, hizo ante miembros y no miembros de la Sociedad Evangélica de Estudios Sociorreligiosos una exposición en la que se preguntaba: “¿En qué hemos fallado?”
Considera que “hay fallas de la iglesia y de los pastores en acompañar a los políticos”. En su estudio encontró que “de 35 cristianos-políticos que entrevistó, solo uno dijo haber recibido acompañamiento a nivel personal y para su familia; los restantes no lo recibieron ni en lo personal ni en su familia”.
El representante de la Iglesia Católica asegura, en cambio, que “si alguien ha buscado salvaguardar los valores humanos y levantado su voz para hacer notar que Guatemala atraviesa una crisis en valores, es la Iglesia Católica”.
Además, considera culpables a elementos externos que se han venido introduciendo en el país, como el narcotráfico. “El narcotráfico está abriendo un espacio muy amplio en donde el dinero fácil y la violencia extrema se han convertido en un flagelo que nos está afectando a todos”, refiere.
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