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600 millones de Pentecostales en el Mundo

lunes, 9 de febrero de 2009 , Posted by Agencia la Voz at 23:54


MADRID-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Una amiga teóloga, que imparte sociología de las religiones en una selecta universidad, me hizo ver cómo los pentecostales, el grupo cristiano reformado de más expansión en el mundo, habían criticado la visita de Bertone a España. Era curioso, pero una iglesia pentecostal en hispanoamérica, había recuperado uno de los escritos de Martín Lutero, aquel en que llamaba a la Iglesia romana «la ramera babilónica», para referirse al comentario del cardenal sobre el atuendo de Fernández de la Vega, objetando también, los vistosos gemelos que sobresalían de las mangas del ministro de la Iglesia.


Este aviso sobre los pentecostales, me ha permitido descubrir una realidad religiosa, de cerca de 600 millones de creyentes, «la tercera gran fuerza del cristianismo», como ha escrito David Martin, catedrático de sociología en la London School of Economics, y uno de los mejores conocedores del «pentecostalismo».
Los pentecostales son cristianos protestantes de reciente aparición, a partir de finales del siglo diecinueve, aunque su vertiginosa expansión se produce a partir de la segunda mitad del siglo veinte. En Europa no somos conscientes del fenómeno: nuestro Continente y el Islam, por causas opuestas, son las dos únicas «regiones» del globo, donde estos nuevos cristianos reformados apenas crecen. En América, en África, en Asia, los pentecostales protagonizan ese imparable renacimiento religioso, que no es sólo un fenómeno que afecta al Islam. Algunas cifras son reveladoras, y también, sorprendentes: por ejemplo, 1 de cada 4 personas que viven en Buenos Aires, es un pentecostal. En Brasil, Ghana, en Corea, se asiste a una «fiebre cristiana», difundida por las comunidades pentecostales, que además, exportan misioneros muy carismáticos y activos.

Los pentecostales se definen por la tercera gran conmemoración cristiana: Pentecostés. Aunque Pentecostés, también fue la fiesta judía de «los 50 días después de la del Cordero», su significado, para estos cristianos, se encuentra en los elementos básicos de la narración del evangelista Lucas: fundación de una comunidad radical de creyentes; justificación por la fe revelada en la Biblia y en el Evangelio; y tercer elemento, «el don de lenguas», la capacidad de los primeros apóstoles para hacerse entender por encima de idiomas y de fronteras. «Si Babel es el icono de la dispersión, Pentecostés, con sus lenguas, es el de la unión de los hombres de diferentes culturas». Ahí está la modernidad de un cristianismo, cuya teología, empero, no es muy distinta de la de los primeros padres de la Reforma.

La importancia de los pentecostales, es equivalente a su complejidad social y política, fenómeno al que me gustaría referirme en otro artículo próximo. Pero ese universalismo de los pentecostales, su radical afirmación de que la humanidad es una y la misma, se entiende mucho mejor que las incomprensibles decisiones de reinstaurar el latín como idioma del culto católico. Los protestantes en el siglo dieciséis, tradujeron los libros sagrados a la lengua viva de los creyentes.


Sin embargo, en Europa, católicos y reformados, quedaron dentro de la lógica de sus Estados respectivos. Sólo en Norteamérica, las distintas confesiones religiosas, crecieron fuera del Estado. Por eso, el número de sus confesiones cristianas, a ojos de un europeo, es exagerado. Sin embargo, en Estados Unidos, la religión no ha decaído como en Europa, sin duda, porque ninguna fe intentó nunca monopolizar las instituciones estatales. Los pentecostales, son resultado de esa libertad religiosa, unida a un respeto igual por el pluralismo de las conciencias.
Otro factor que explica su extensión entre los pobres del mundo: «la pobreza no acerca a Dios, la fe asegura la prosperidad». Con esto, vuelvo la mirada a los pentecostales que existen en Burgos, como en otras ciudades españolas: las comunidades evangélicas de gitanos, que están logrando cambios en sus actitudes económicas: el trabajo, la propiedad, el ahorro, etc. De esa «ética protestante», hablaré en otra ocasión.

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