NICARAGUA-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) Hay un trauma entre el electorado evangélico, si podríamos llamarle así. El caso Osorno no es el mejor expediente en la Iglesia Protestante nicaragüense.La historia nos señala, utilizando la terminología evangélica, que el diputado aludido no fue un buen mayordomo de semejante responsabilidad.

Dilapidó en poco tiempo la confianza de los que votaron por su propuesta.Antes de Camino Cristiano apareció en los primeros años de la década del 90 el Partido Justicialista Nicaragüense. Fue el primer intento de evangélicos organizados, creo que de tendencia bautista, los que decidieron incursionar en el “pecaminoso” terreno de la política. Por increíble que parezca hoy, los pentecostales, principal apoyo de Osorno en sus primeros días, condenaban a todo aquel que quisiera “volver al mundo” de la mano de la política.

La presencia de cristianos evangélicos en la política se miraba como una herejía. Era el producto de una teología importada que las iglesias locales compraron a los misioneros norteamericanos: su receta absurda era sufrir en la vida para disfrutar en el cielo.Tímidamente, algunos miembros de la iglesia comenzaron a participar, pero a título personal. En los últimos años de los Somoza lograron diputaciones, como la de don Napoleón Tapia, de Masatepe. En los 80, el patriarca don Chema Ruiz obtuvo un escaño en la bancada del FSLN de entonces. Otro diputado, que metió las manos al fuego por pastores prisioneros o convertidos como tales en las cárceles, fue Sixto Ulloa. El reverendo José Miguel Torres y Miguel Ángel Casco, sin ser actores políticos, se enfocaron en una expresión social y teológica en esos tiempos, aunque el segundo derrapó en sus laberintos partidarios.Quien directamente organiza un partido claramente definido como evangélico, toda vez que su fundador hasta habló de una profecía en la que Dios le daba las riendas del poder en Nicaragua, sin duda es Guillermo Osorno. De hecho, fue un paso adelante en el oscurantismo religioso que ha padecido la iglesia evangélica.

Posteriormente, tras la debacle de este partido, surge una fracción en 2000, llamada Movimiento de Unidad Cristiana, que en su momento capitalizó el reverendo Omar Duarte y que se disipó en la Convergencia Nacional, junto con su último dirigente, Daniel Ortega Reyes.Orlando Tardencilla, ex diputado FSLN y CC después, fundó otro partido más, Alternativa Cristiana, también escindido de Camino, pero fue víctima de sus incalculables sueños tras bambalinas.Ahora viene el turno para el recién converso Salvador Talavera, aunque su pasado político gelatinoso no le ayuda mucho a darle forma a su Fuerza Nueva. Primero deberá ganar la confianza de los electores en la extensa población protestante. Luego conjurar las dudas razonables, después de las fallidas experiencias de los que han trasquilado a sus ovejas o servido de eficientes piedras de tropiezo.¿Están ahora los evangélicos ante el mejor pastor o por el mejor postor? He ahí la cuestión.