Mi nombre es Lucía tengo 33 años y mi marido 47. Tenemos una vida estable desde que recibimos la ayuda necesaria para superar el daño que nos hicimos hace 18 años. Cuando éramos novios, con 15 años, me quedé embarazada, y él me llevó a abortar, era lo mejor, pues yo era muy joven y él, aunque trabajaba, no tenía suficiente para mantenernos. Me dijo que me quería, que no me preocupara, que tendríamos más hijos en el futuro. Nuestra relación sobrevivió hasta el día de hoy pero… ¡de qué manera!
Cuando salí de aquella clínica me sentí morir, él no quería ni oírme llorar, y no podía decírselo a nadie. Mis padres no se enteraron, en la clínica nos dijeron que con la fotocopia del DNI de mi padre servía. Mi vida cambió radicalmente, estuvo llena de mentiras, de angustia, lloraba a escondidas. Él se quejaba de que no me entendía porque un momento estaba bien, y al otro fatal, chillándole y reprochándole que no me quería.
Alquiló un piso y me llevó a vivir con él, y por un tiempo estuve tranquila. Hasta que me quedé de nuevo embarazada. Aunque él me decía que no estábamos preparados, al final tuvimos a nuestra hija, pero yo estaba demasiado herida, ahora comprendo muchas de las cosas que viví y que no entendía. Tomaba decisiones que me hacían sufrir a mí y a mi marido, mi corazón estaba en un constante vaivén de amor-odio hacía él. Hice cosas sin sentido.

Nuestra relación era normal en apariencia, jamás se planteó dejarme, aunque no entendía mi cambio de carácter y todo lo que tuvo que soportar. Tuvimos dos hijas más, y a veces me pregunto si aquel hijo que no nació podría haber sido el niño que tanto desea mi marido, ya que ahora no podemos tener más hijos. Antes de nacer mi tercera hija nuestra situación era difícil, y pensamos en abortar de nuevo, mi matrimonio estaba al borde de la ruptura y yo no quería otro hijo más. Mi madre nos puso en contacto con una institución de las que ayudan de verdad a la mujer, fue la primera vez que oí hablar de las consecuencias psicológicas después de un aborto.
Recibir información sobre las consecuencias de un aborto fue una liberación, empecé a entenderme a mí misma y a aceptarme.

Le pedí a mi marido que fuéramos al psiquiatra, fue muy importante que asistiéramos los dos, porque él entendió que no es una cuestión de ser bueno y trabajador y sacar la casa adelante, se enfrentó a una realidad de la que no tenía conciencia, y es que él era responsable de todo lo que nos estaba pasando, pues no me dio la más mínima oportunidad cuando tenía 15 años y me llevó a abortar.

Hemos aprendido a perdonarnos y a reconstruir nuestra vida para vivirla con tranquilidad. Compartimos el dolor de la pérdida de nuestro hijo y nos apoyamos el uno en el otro para pasar el duelo. Espero que mi historia pueda ayudar a tantas y tantas niñas que salen con hombres más adultos que ellas, para que no pasen por el infierno que he pasado yo.